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Terraza Kong

No bastaron las copas de vino en el pasaje Olaya. Tampoco el resumen de tu viaje a Europa ni las memorias de mi cuarentena mal cumplida.  Entonces me cogiste de la mano, corrimos, y como dos fugitivos de la noche -o quizás, de las normas- en el centro de Lima, ingresamos al Kong. No entendía lo que pasaba. Las personas a nuestro lado eran actores en una fotografía captada a baja velocidad. Ellos de fondo, efímeros, con suave movimiento. Nosotros, los protagonistas, nítidos, quietos en el centro de la escena. Así nos veíamos: cogidos de la mano -tú, un paso antes de mí guiando nuestro camino-, oscuridad y gente alegre a nuestro alrededor. Bien. Deshago la fotografía.  Subimos junto con ellos al último piso de la antigua torre. Apretados, risueños, temerosos y borrachos. “ No hagan bulla ”, se escuchó por ahí. Nos reímos. El sonido frívolo de Tears For Fears empezaba a resonar con más claridad y alimentaba la ansiedad de llegar de una vez a la terraza. “ Welcome to your life… ”,

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